Resumen
Era un cálido día de verano del lejano 2002, un recuerdo llega a mi memoria con la nitidez de una escena cinematográfica. Por aquellos días era común recibir visitas de familiares, amigos y compadres en casa. Entre ellos, había alguien que significaba algo más que una visita, era toda una alegría. Desde la ventana de mi casa, observaba con expectación la llegada de un automóvil que se estacionaba frente a la puerta, un Stratus plateado, que anunciaba el arribo de la tía María Luisa, hermana de mi abuela. Su llegada siempre se traducía en regalos y gestos afectuosos para todos, haciendo que cada encuentro fuera especial.
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