Universidad Veracruzana

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Mentes colosales: el universo olmeca a través de su escultura.

Por: Virginia Arieta Baizabal

https://doi.org/10.25009/pc.v1i2.5

Resumen:
La cultura olmeca, conocida por sus imponentes cabezas colosales, refleja la complejidad de la más antigua sociedad mesoamericana, que floreció entre 1800 y 400 a.C. Su arte escultórico, caracterizado por el manejo de enormes bloqu

es de piedra y la creación de obras monumentales, simboliza su avanzada organización social y destreza técnica. Estas esculturas, talladas en basalto, jade y ocasionalmente en madera, trascienden el mero arte; encarnan la cosmovisión olmeca, evidenciando su ideología y prácticas cotidianas. Los olmecas, asentados en Veracruz y Tabasco, se integraron con la selva tropical y desarrollaron extensas redes comerciales que sustentaban su vida ceremonial y urbana. La arqueología ha desentrañado los misterios de estas esculturas, ofreciendo una ventana hacia la cosmovisión olmeca. Más allá de las cabezas, la diversidad escultórica olmeca constituye un tesoro cultural que debemos preservar y valorar.

Palabras clave: Olmecas, Escultura, Complejidad, Cosmovisión, Ceremonial.

Abstract:
The Olmec civilization, which thrived from 1800 to 400 B.C., is celebrated for its colossal stone heads, emblematic of Mesoamerica’s earliest society. Their mastery in monumental sculpture mirrors their sophisticated social, political, and economic frameworks. In harmony with the tropical forest, the Olmecs from southern Veracruz and northwestern Tabasco forged expansive trade networks, erected imposing edifices, and centered their economy on ceremonial practices. Their sculptures, predominantly crafted from basalt and occasionally from greenstone or wood, transcend mere artistic expression; they encapsulate the Olmecs’ worldview, unveiling their ideologies, customs, and everyday life. Archaeological inquiries have illuminated these sculptures, divulging insights into the Olmecs’ spiritual beliefs, the materials employed, and the artworks’ significance within the intricate Mesoamerican cosmology. This opulent cultural inheritance, extending beyond the iconic colossal heads, exhibits a variety of sculptural styles and depictions, accentuating the Olmecs’ seminal influence on our historical and cultural lineage.
Keywords: Olmec, Sculpture, Complexity, Worldview, Ceremonial.

Es casi imposible evitar las preguntas que surgen al estar frente a una cabeza colosal olmeca durante una visita a los Museos de Antropología en México: ¿Quiénes las crearon? ¿Cómo las esculpieron? ¿De qué materiales están hechas? ¿Cuál era su propósito? ¿A quiénes representan? ¿Cuánto pesan? Entre otras. La Arqueología, ciencia dedicada a desentrañar estos misterios, se apoya en la geología, la física, la química y la historia del arte, entre otras disciplinas, para responder a estas interrogantes.

Este viaje hacia el pasado es una aventura que nos descubre un aspecto de la sociedad mesoamericana más antigua: su arte escultórico, un legado que persiste y que debemos conocer, valorar y proteger. Los olmecas, con un desarrollo que abarca desde el 1800 hasta el 400 a.C., conformaron una sociedad de varios grupos y sitios con un alto nivel de complejidad social, política y económica.

El territorio geográfico de los olmecas, ubicado en el sur de Veracruz y noroeste de Tabasco, se distingue por la presencia de escultura monumental, única en su época. Los sitios olmecas compartían modos de vida, ideología, tradiciones, alimentación y tecnología, todo en armonía con su entorno: la selva tropical.

Los olmecas establecieron extensas redes de intercambio y comercio, tanto locales como de larga distancia, para adquirir artículos exóticos. Edificaron enormes estructuras, fundaron ciudades y organizaron su economía en torno a actividades ceremoniales. Su poderoso gobierno logró movilizar a una numerosa población para transportar inmensos bloques de piedra desde los yacimientos entre San Lorenzo y la sierra de Los Tuxtlas, distantes 60 kilómetros en línea recta.

A pesar de los desafíos que enfrentaron los arqueólogos, como atravesar pantanos peligrosos y excavar hasta profundidades de 20 metros, la escultura en piedra ha sido la principal fuente de información sobre la sociedad olmeca. Los estudios interdisciplinarios de los monumentos, que incluyen análisis de imagen, composición física y química, iconografía, técnicas de manufactura y contexto, han permitido reconstruir el sistema de creencias, identificar las materias primas y descifrar las funciones y significados dentro de la compleja cosmovisión mesoamericana.

La escultura olmeca

Los olmecas destacaron como pioneros en el diseño, manufactura y traslado de esculturas monumentales. Estas obras emergieron por primera vez en San Lorenzo, Veracruz, México, y su presencia continuó en La Venta, Tabasco, la segunda capital olmeca. Allí, las esculturas adquirieron particularidades distintivas y su influencia se extendió más allá de los límites de la costa del Golfo de México y Mesoamérica, perdurando por varios siglos. Una de las características más notables es el dinamismo de las piezas y la maestría con que fueron creadas. La mayoría de las esculturas olmecas se tallaron en basalto, originario de la sierra de Los Tuxtlas, aunque también se encuentran piezas en piedra verde (serpentina y jadeíta) e incluso en madera, como los bustos hallados en el sitio ceremonial de El Manatí, Veracruz.

En arqueología, el tamaño de las construcciones y piezas, tales como edificios y esculturas, sirve como indicador de la complejidad política y económica, reflejando la capacidad de organizar a la población y el gasto energético empleado en su elaboración y transporte. Un aspecto crucial por considerar es la geología y geomorfología de la región olmeca, caracterizada por la ausencia natural de rocas, predominando en cambio domos salinos y arcillas. Por lo tanto, es plausible que el esfuerzo y traslado de los voluminosos y pesados bloques de basalto para la creación de monumentos fuese financiado y ordenado por los gobernantes, ya que representaba un material importado de gran prestigio.

La escultura olmeca, reflejando los temas predilectos del gobierno y la religión, también se distingue por sus dimensiones. Investigaciones recientes sugieren una correlación directa entre el tamaño de los monumentos, la magnitud del poder del gobernante y el nivel sociopolítico de los sitios: capitales, centros ceremoniales, aldeas grandes, aldeas medianas y caseríos (Cyphers, 2018). Las esculturas más grandes, como tronos, cabezas colosales y estelas, se localizan exclusivamente en las capitales de San Lorenzo, La Venta y Tres Zapotes. Por otro lado, las piezas más pequeñas y ligeras se asocian con sitios de menor rango administrativo dentro de la región olmeca.

La escultura olmeca se clasifica, según su tamaño, en monumental (cabezas colosales, tronos, estelas, etc.) y portátil (hachas, figurillas, máscaras, pectorales, entre otros). El segundo grupo se compone generalmente de rocas semipreciosas, aunque también incluye esculturas de bulto en basalto que, por su reducido peso y tamaño (menos de 40 cm de altura), se destinaron a ser colocadas en distintos lugares, en función de eventos y actividades cotidianas o ceremoniales, lo que justifica su clasificación como escultura portátil.

En cuanto a las formas, las cabezas colosales son las más reconocidas por su tamaño y singularidad. Sin embargo, el catálogo de monumentos olmecas es diverso e incluye tronos, estelas, sarcófagos, esferas, discos, bloques, fuentes y elementos constructivos (columnas, escalones y acueductos), además de otras piezas aún no identificadas. La figura humana predomina en los monumentos de gran tamaño, mientras que las representaciones de animales (felinos, serpientes y aves) y seres fantásticos o en transformación (como el “monstruo de la tierra”) se encuentran en esculturas medianas y pequeñas.

El tema de la infancia es recurrente y distintivo en la cultura olmeca. Los infantes, ya sea activos o pasivos, acompañados o solitarios, están representados en tronos y esculturas de bulto, como el famoso Señor de Las Limas, exhibido en el Museo de Antropología de Xalapa, y en hachas de gran tamaño, como la denominada “El Bebé” de La Merced, Veracruz. Los estudios arqueológicos sugieren que la representación de infantes en la escultura olmeca está vinculada con la herencia de poder.

Se presentarán a continuación las características generales de la escultura monumental olmeca: tronos, cabezas colosales y figuras de bulto humano, animal y fantástico; algunas de las cuales se utilizaron como elementos arquitectónicos. El objetivo es resaltar la diversidad de piezas que componen el catálogo olmeca y ofrecer interpretaciones sobre su función y significado.

Tronos-Altares

Para Ann Cyphers (2012), una destacada estudiosa de la cultura olmeca, los tronos representan las piezas más significativas del corpus escultórico olmeca, incluso más que las imponentes cabezas colosales. Originalmente, estos tronos eran conocidos como “altares” debido a su forma prismática, que evoca las mesas utilizadas en diversas ceremonias religiosas occidentales.

Este término se mantuvo durante décadas, desde el descubrimiento del primer ejemplar en La Venta, Tabasco, en 1926 por Blom y La Farge, hasta los años setenta. Sin embargo, tras las investigaciones de David Grove en 1970, que encontró una imagen similar en las pinturas murales de las cuevas de Oxtotitlán, Guerrero, se adoptó la denominación de “tronos” o “asientos de gobernante”. Grove concluyó que elementos como la cueva de origen, La Montaña Sagrada, las fuentes de agua y el inframundo, eran simbólicamente utilizados por los olmecas para legitimar y reforzar la autoridad de sus gobernantes, aspecto claramente reflejado en los tronos.

Altar No. 5 de La Venta, Tabasco. Imagen del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México.

Figura 1. Altar No. 5 de La Venta, Tabasco. Imagen del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México.

Aunque cada uno de los veinte tronos tiene características únicas, en conjunto revelan detalles sobre la organización sociopolítica olmeca, en particular con respecto a la élite gobernante, el gobierno hereditario (evidenciado por la representación de infantes) y la gestión política de los diferentes sitios dentro de la región olmeca. Como se ha mencionado, la cantidad, el tipo y el tamaño de las esculturas están directamente relacionados con la jerarquía económica de los asentamientos.

En este contexto, los tronos de mayor tamaño, que superan los 3 metros de ancho, 1.5 metros de alto, 1.5 metros de grosor y pesan alrededor de 30 toneladas, se localizan en las capitales olmecas de San Lorenzo, Veracruz y La Venta, Tabasco. Por otro lado, los tronos más pequeños, asociados a gobiernos subordinados como los de Loma del Zapote y Estero Rabón en Veracruz, no exceden los 1.29 metros de largo, 94 centímetros de alto, 64 centímetros de espesor y las 2 toneladas.

Siguiendo esta línea, Cyphers (2004) categorizó los tronos en dos tipos: 1) los de gran tamaño ubicados en las capitales, que exhiben figuras humanas (adultos e infantes) dentro de un nicho, simbolizando los orígenes y la entrada al inframundo, y representando así un gobierno hereditario; y 2) los de menor tamaño, encontrados en sitios con un rango administrativo inferior, que presentan símbolos de legitimación sobrenatural y pertenecían a líderes menores, asignados políticamente a sus cargos y no por herencia.

Retablo de la entrada del Museo de Antropología de Xalapa. Fotografía de Pregones de Ciencia 21 de febrero de 2024.

Cabezas colosales

Las cabezas colosales, por su imponente tamaño, belleza y capacidad de impresionar aún en la actualidad, se han considerado un distintivo de la cultura olmeca. Desde las investigaciones de Stirling en 1955, se han identificado como retratos de gobernantes, aunque hay teorías que sugieren que podrían representar chamanes, jugadores de pelota o guerreros. Estas hipótesis no son excluyentes; es posible que las figuras representadas fueran gobernantes-chamanes involucrados en el ritual del juego de pelota y que también desempeñaran roles de guerreros. Lo cierto es que eran individuos de gran relevancia en la sociedad olmeca, con la capacidad de movilizar a la población para transportar y esculpir enormes bloques de basalto en su imagen.

A diferencia de los Moái de Rapa Nui, Chile, que representan figuras humanas completas, las cabezas colosales olmecas se limitan a la cabeza. Según Porter (1989), estas fueron creadas a partir del re-esculpido de tronos, lo que sugiere que probablemente representan a los gobernantes que ocuparon esos tronos durante su mandato, implicando así nociones de poder y jerarquía. Al observar una cabeza colosal olmeca, si se rodea, se puede notar una marca en su oreja similar al arco de la parte baja y central de los tronos.

Un rasgo distintivo de las cabezas colosales es que todas llevan un casco adornado con uno o varios símbolos (excepto las de Tres Zapotes). Algunos arqueólogos, apoyándose en la historia del arte y la lingüística, han interpretado estos adornos como el nombre o el ícono de identidad del gobernante, destacando elementos asociados a aves (plumas y garras), cuerdas y otros adornos, como piedras preciosas o semipreciosas.

Monumento 1 de Antonio Plaza, Veracruz. Imagen del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México.

Figura 2. Monumento 1 de Antonio Plaza, Veracruz. Imagen del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México.

Figuras de bulto

Las figuras de bulto olmecas, generalmente de tamaño pequeño a mediano (de 40 centímetros a un metro), podrían haber sido diseñadas para trasladarse a diferentes escenarios según el evento. Muchas representan humanos, mientras que otras muestran rasgos fantásticos, sugiriendo un proceso de transformación hombre-animal. Estas figuras, al igual que las cabezas colosales, representan diversos personajes, a menudo sentados o en posición de flor de loto. En ocasiones, se encuentran cuerpos decapitados o cabezas que parecen haber pertenecido a un cuerpo completo, y en raras ocasiones, esculturas completas como la pieza conocida como El Luchador de Antonio Plaza, Veracruz.

Las figuras humanas de bulto proporcionan información sobre la apariencia y vestimenta de personajes de alto rango y género masculino en la sociedad olmeca, incluyendo brazaletes, capas, cinturones, collares, orejeras, pectorales, taparrabos, faldas, chalecos, tocados y velos. La Estela 1 de La Venta, Tabasco, podría representar a una mujer, aunque la vestimenta no es exclusiva de ningún género entre los olmecas. También se representan animales de la selva tropical y figuras en transformación, posiblemente relacionadas con rituales y prácticas chamánicas.

Elementos constructivos

La arquitectura olmeca, al igual que en la sociedad contemporánea, refleja indicadores socioeconómicos. Se distingue entre arquitectura monumental y doméstica, con diferencias marcadas entre las viviendas de la clase gobernante y las de la gente común. Las excavaciones han revelado detalles de construcción y diseño, y en sitios como San Lorenzo y La Venta, algunas piezas escultóricas son parte integral de la arquitectura. Los elementos de lujo, como columnas y acueductos de basalto, se reservan para las viviendas más opulentas y llevan una carga simbólica de poder y sacralidad. En contraste, las viviendas más modestas se sitúan en la periferia de los sitios.

Palacio rojo de San Lorenzo, Veracruz. Imagen cortesía de Ann Cyphers.

Figura 3. Palacio rojo de San Lorenzo, Veracruz. Imagen cortesía de Ann Cyphers.

Retrospectiva, perspectiva y prospectiva

La escultura monumental revela información sobre la ideología, cosmovisión, religión, gobierno, política, economía y organización social de la sociedad mesoamericana más antigua. Los monumentos pueden interpretarse a varios niveles: individualmente, por cada pieza, o en conjunto, formando escenas que representan hechos históricos o mitos de origen (Cyphers, 2018). La escena más célebre se encuentra en El Azuzul, Veracruz, cerca de la antigua capital de San Lorenzo, y está compuesta por cuatro esculturas: dos felinos y dos jóvenes gemelos.

El arte monumental, con su diversidad de formas, tamaños y diseños, posee cualidades que brindan información sobre sus funciones y significados, así como conocimiento sobre el aspecto sociopolítico y la cosmovisión olmeca. Para profundizar en estos temas, la arqueología debe examinar el contexto en el que se encontraron las piezas. Esto implica un estudio formal del lugar donde los olmecas las ubicaron, que permita obtener, mediante la colaboración con otras disciplinas, antecedentes sobre su datación, composición química y si estaban asociadas a actividades domésticas o rituales, entre otras características. Desafortunadamente, muchas esculturas provienen de hallazgos fortuitos, y debido a su antigüedad y al descuido de nuestra sociedad hacia los sitios y piezas arqueológicas, el contexto original se ha perdido irremediablemente.

La cultura olmeca fue una sociedad sin comparación. Su arte escultórico, único en su género, resalta entre el conjunto de piezas a nivel mundial por sus cualidades intrínsecas, que apenas hemos comenzado a apreciar en este viaje al pasado. Es fundamental fomentar el conocimiento y la valoración del patrimonio arqueológico para su protección, así como promover la sustentabilidad y los derechos humanos.

Cada vez que te encuentres frente a una imponente cabeza colosal, recuerda que los olmecas constituyeron la sociedad más antigua de Mesoamérica: compleja, jerarquizada y numerosa, con una estructura social, política y económica robusta. No olvides que maestros escultores inmortalizaron 1500 años de nuestra historia en basalto y que, por ende, su legado es parte integral del patrimonio cultural que nos define, nos pertenece y debemos proteger como prioridad.

Referencias

Cyphers, Ann. 2004. Escultura olmeca de San Lorenzo Tenochtitlán. Instituto de Investigaciones Antropológicas, Universidad Nacional Autónoma de México, México.

Cyphers, Ann. 2012. Las bellas teorías y los terribles hechos. Controversias sobre los olmecas del Preclásico inferior. Instituto de Investigaciones Antropológicas, Universidad Nacional Autónoma de México, México.

Cyphers, Ann. 2018. Las capitales olmecas de San Lorenzo y La Venta. Fondo de Cultura Económica, México.

Grove, David, C., (1970) The Olmec Paintings of Oxtotitlán Cave, Guerrero, México, Dumbarton Oaks, Whashington, D. C.

Porter, James (1989) “Olmec colossal heads as recurved thrones: ‘Mutilation’, revolution, and recurving”, RES, 17/18.

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